La escasez del agua como recurso es algo a lo que por desgracia cada vez estamos empezando a acostumbrarnos más. Es cierto que el clima mediterráneo tiene una componente cíclica en su comportamiento y todos hemos conocido periodos de sequía (algunos tan acusados como el de la primera mitad de los años 90), pero si esto se plantea en un escenario de demanda creciente la cuenta de resultados no sale y finalmente no habrá agua para todos ni para todo con las dramáticas consecuencias que eso puede acarrear.
Evidentemente no está en nuestra mano como agricultores (como consumidores de agua, al fin y al cabo) decidir cuanto ni cuando lloverá, no podemos revertir el cambio climático de una forma inmediata. Por lo tanto solo nos queda la potestad de actuar a pequeña escala y tratar de mitigar sus efectos en nuestras explotaciones y de alguna forma hacernos más resilientes, por utilizar este término que está tan de moda últimamente.
Si finalmente, de lo que se trata, es de que nuestras plantas tengan agua, tendremos que orientar nuestros esfuerzos hacia una optimización de la captación del preciado líquido y su retención en nuestro suelo. Es lo que llamamos Cosecha de Agua.
No estamos inventando nada nuevo con esto, durante generaciones nuestros antepasados ya lo han estado haciendo, pero tal vez a muchos de nosotros la mecanización y los avances tecnológicos nos han hecho menos hábiles y un poco más confiados y hemos podido caer en el error de que el agua es un recurso inagotable. Algo parecido a lo que nos ha pasado con los suelos, otro elemento clave en la agricultura, que hemos castigado y maltratado de mil formas diferentes.
De hecho, el concepto Cosecha de Agua no se puede entender sin admitir que el binomio agua – suelo es algo inseparable por una cuestión obvia, el suelo tiene, entre otras, la “personal e intransferible” función de ser el soporte en el que ha de mantenerse el agua que después pasará a nuestras plantas. Daría para muchas horas de conversación la importancia de la salud y calidad de nuestro suelo, pero no vamos a profundizar mucho ahora en ello
⬆FOTO 1: Una mala planificación de plantación junto al uso de una técnica inadecuada pueden generar procesos erosivos muy intensos en un corto plazo. En la imagen plantación de almendros con pérdidas de suelo intensas a los pocos meses de su instalación.
En Monte Vivo llevan unos cuantos años trabajando en la implementación de técnicas de manejo de suelo que mejoren su pérdida por erosión así como la captación y retención de agua. Sus efectos en la reducción del estrés hídrico son evidentes y eso al final se acaba notando en el campo; en el vigor de las plantas, en la biodiversidad (que nos ayuda en cuestiones tan importantes como la polinización o el control biológico de plagas), en el secuestro de carbono en el suelo, en el incremento el porcentaje de materia orgánica, etc.
Sin olvidar que cada explotación es diferente y tiene sus particularidades a las que habrá que adaptar el diseño de acciones para mejorar la cosecha de agua, vamos a hacer referencia a algunas de las técnicas en las que solemos apoyarnos por su economía, versatilidad y eficiencia.
ZANJAS DE INFILTRACIÓN O “SWALES”
Se trata de una actuación lineal, que como su propio nombre indica tiene forma de zanja y debe llevarse a término bajo la ineludible premisa de mantenerse siempre en curva de nivel, para procurar una infiltración equitativa a lo largo de toda su longitud. Por tanto, antes de ejecutarse, requiere un replanteo preciso en campo (algo que solemos hacer con la ayuda de un nivel laser) y su estaquillado para facilitar el trabajo del tractor a posteriori.
Requiere del uso de un apero llamado “polidocer” que viene a ser una cuchilla que puede inclinarse en cualquier ángulo, de modo que podamos hacer realidad en términos de inclinación y profundidad lo que los cálculos previos hayan revelado.
Dichos cálculos serán los que determinen cuáles serán las dimensiones de dichas zanjas de infiltración, así como su ubicación en campo. Estos parámetros, como puede suponerse estarán condicionados por factores como tipo de suelo, pendiente, escorrentías previstas, etc.
⬆FOTO 2: podemos ver detalle del apero
⬆FOTO 3: se muestra una zanja de infiltración “trabajando”.
CUBIERTAS VEGETALES
El adecuado manejo de las cubiertas vegetales, ya sean espontáneas o provocadas, produce un efecto mejorante del suelo realmente relevante y no es menos importante su función reguladora del régimen hídrico. El aumento de la porosidad que generan sus raíces hace que las tasas de infiltración de agua se multipliquen y por otra parte nos permiten generar un acolchado o “mulch” con su parte aérea una vez segada que reduce drásticamente la evaporación de agua por la incidencia de la luz solar ya que se reduce en varios grados la temperatura del suelo.
El punto crítico de esta medida puede estar en la competencia que pueda ejercer con nuestro cultivo, aspecto a tener en cuenta a la hora del manejo de los tiempos de siega especialmente.
⬆FOTO 4: podemos ver un ejemplo de olivar con cubierta vegetal espontánea y control químico de la hierba en los ruedos.
CONSTRUCCIÓN DE BALSAS DE TIERRA
Si las dos técnicas ponen el foco en la cosecha de agua en ladera, esta tercera está orientada al control de la escorrentía en pequeños cauces. A veces nos han preguntado ¿Para qué queremos retener en agua en un cauce o pequeña rambla si nuestro cultivo no está ahí? Bueno, es evidente que esta actuación no va a dar de forma directa agua a nuestras plantas, pero sí tiene un doble efecto mejorador de nuestra explotación en conjunto; la hace mas sostenible al contribuir a mejorar la biodiversidad en nuestro entorno (pues la fauna encuentra en ella bebederos y refugio en su vegetación espontánea) y por otra parte consigue frenar procesos erosivos de cauce, que acaban generando cárcavas de mayores dimensiones con sus consabidos inconvenientes y efectos negativos.
FOTO 5: Detalle de una pequeña balsa de tierra